Si, Quiero Salvar mi Matrimonio


Como en un mar revuelto, muchos matrimonios ven negros nubarrones en su horizonte y otros notan que empiezan a zozobrar. Conozca los salvavidas matrimoniales que existen para rescatar su amor y llevarlo a buen puerto.
Los seres humanos somos, a lo menos, curiosos. Lo más relevante para la vida personal, como son los afectos, los descuidamos; aseguramos el auto y la casa y no nos preocupamos de asegurar nuestro matrimonio. Si fuéramos tan previsores con nuestra vida conyugal como lo somos con nuestra vida material, muchos matrimonios no fracasarían.

Ese seguro matrimonial se encuentra fundamentalmente en dos áreas: en aprender a usar herramientas que ayuden a un mejor entendimiento y sobre todo en tener siempre presente ese amor particular y único que nos hizo casarnos con ese marido o esa esposa y no con otro. 

Pero si un matrimonio hoy se siente en crisis, tiene que saber que hay muchos salvavidas, programas y personas dispuestas a ayudarlos a redescubrir ese amor inicial que los llevó a querer estar juntos toda la vida.

Pareciera que sólo se valora lo que es tener un buen matrimonio cuando se siente que éste está en peligro,  cuando se cree que es demasiado tarde para recuperarlo. Según los especialistas en problemas matrimoniales, la realidad muestra que nunca es demasiado tarde.  Que lo único necesario es querer, porque aunque parezca un cliché, “amar es una decisión”. Precisamente es esa frase la que se ha convertido en el lema fundamental para quienes trabajan con matrimonios que enfrentan problemas, atraviesan crisis o están separados o en vías de hacerlo. A la pregunta de por qué el Sí inicial prometido se vuelve tan débil al punto de romperse, los expertos señalan que  hay que estar atentos en la vida diaria, porque puede desaparecer todo lo bueno e importante que tiene una relación matrimonial. “Es muy curioso, pero cuando las parejas se casan llegan llenas de amor, de espiritualidad, pero empieza a entrar a su casa mucha basura material, en tanto que por la ventana va saliendo el amor. Al final, se llenan de cosas y todo lo que valía se fue’’.
Dedicado a guiar a matrimonios desde hace 26 años, el padre Eduardo Villagrán agrega que “el matrimonio es una tremenda improvisación. Tienen todo preparado, pero menos lo más importante: a ellos mismos’’. Por esto es la urgencia de que las parejas se preparen y eduquen en el tema. “La sociedad está llena de mitos que sólo generan falsas expectativas. Por ejemplo, se habla de la media naranja y eso no existe, es otro mito, se trata de dos individualidades con su propia biografía que incluye también sus propias historias’’.

“Mucha gente se plantea esto como en los cuentos: se casaron y vivieron felices para siempre. Lo cierto es que el amor conyugal se desarrolla, se perfecciona y también se restaura. Es decir, durante la existencia se vivirán momentos de gran encuentro conyugal, de mucha intimidad, pero también de soledad y desnutrición matrimonial. Entonces hay que restaurar esa relación en la habitualidad. Cada día yo modifico mi conducta, hago hábito, costumbre y la vuelvo virtud. El tiempo de restauración dependerá de la herida’’.

Los matrimonios también deben saber que no por discutir o tener algunas diferencias, están en crisis. “Vivir una crisis es algo natural dentro de la vida. Pasar de una etapa a otra de la vida implica crisis, no hay que asustarse. En la vida conyugal necesariamente hay conflictos normales. De hecho, pasar de no vivir a vivir juntos hay un mundo de diferencia porque se comienza a convivir desde la materialidad y no sólo desde los afectos’’.

Contrario a la creencia más extendida, los matrimonios no se separan por la aparición de un tercero, sino por la monotonía que va distanciando poco a poco a la pareja o por conflictos personales no resueltos en los que se culpa al otro.

CONOCER PARA PREVENIR

La evolución de la vida matrimonial ha sido ampliamente estudiada, y por eso se aconseja asistir a cursos, charlas, leer buenos libros que ayuden a conocer las etapas de las parejas y a ver que las dificultades son bastante universales y que tienen soluciones que ya han sido exitosas para otros.

Hay que saber, por ejemplo, que hay dos períodos críticos para todas las parejas. El primero se produce durante los siete primeros años de matrimonio. El segundo es en la mitad de la vida, cuando el primer hijo cumple los 14 años. Aquí se encuentra el momento de satisfacción matrimonial más bajo, dicen los especialistas.Otros datos que hay que conocer es que las causas de divorcio, señaladas por el 80% de hombres y mujeres, son haber crecido armando vidas separadas, haber perdido el sentido de cercanía al otro, y no sentirse amado y apreciado. A diferencia de las separaciones de la ‘primera hora’, en las que es frecuente un conflicto abierto, las separaciones de los ‘14 años’ tienen más que ver con el aburrimiento y el desgano. Quizá son matrimonios en los que no hay discusiones ni grandes conflictos, pero falta la pasión. Hasta esta etapa, la educación de los hijos era la fuente de preocupación y lo que mantenía unidos a aquellos matrimonios que se habían descuidado como pareja.
También está comprobado que las posibilidades de conflicto en la pareja aumentan ocho veces después de tener un niño. El 67% de los matrimonios experimenta una caída en picada de la satisfacción conyugal. Si cada matrimonio tuviera conciencia de esto y se tomara en serio las depresiones post-parto y fueran capaces de pedir ayuda, otra sería la realidad para muchas parejas jóvenes que no superaron esa primera crisis.

Algunas personas creen que la solución es no discutir, pero a veces eso es peor. Se ha detectado que “lo malo es cuando se pierde el respeto por el otro, cuando las discusiones vienen cargadas de críticas, sarcasmo o insultos. El desprecio es el factor más destructivo de los matrimonios, mucho más que la traición o el engaño’’.

Se ha descubierto que en la base de los problemas está la falta de voluntad para aceptar las diferencias. Por eso Gottman recomienda “la terapia de aceptación’’, que consiste en ayudar a las parejas a aprender a vivir con los aspectos del carácter del cónyuge que no van a cambiar nunca. Así se logra que se amen por lo que tienen en común y por lo que los hace complementarios.

Muchas veces, explica Eduardo Purcell, “el hombre quiere que la mujer piense, sienta y actúe como hombre, y la mujer quiere que el hombre piense, sienta y actúe como mujer, y eso es irreal. Fuimos creados diferentes para que nos complementáramos y lo que falla es la complementación’’.

El orgullo que lleva a no querer buscar ayuda, es otro problema que ha visto el padre Villagrán. “La gente dice que nadie tiene derecho a meterse en su matrimonio y entonces me pregunto, ¿por qué invitan a tantas personas el día en que se casan? La verdad es que todos los problemas tienen solución, pero hay que dejarse guiar para no seguir metiendo las patas’’.

DECISIÓN, LO ÚNICO NECESARIO

“Aunque quede un resto mínimo de amor, siempre se puede recuperar un matrimonio’’. Es más, se cree que lo ideal es que ambos quieran, pero la experiencia ha demostrado que en ocasiones es posible incluso cuando sólo uno quiere.
“Es importante querer y no tener ganas de salvar el matrimonio. Porque indudablemente un día se tendrán ganas y otro no. No podemos basar la plenitud conyugal en las puras ganas. Hay que querer con la voluntad’’.

Para el doctor Roizblatt es fundamental “considerar al matrimonio como un valor suficientemente importante como para luchar por mantenerlo de manera satisfactoria’’. “Esto no es magia -señala Purcell-. Se necesita tomar una decisión, asistir libremente a un programa de ayuda, como el fin de semana que ofrece cualquier movimiento matrimonial, regalarse uno al otro y estar dispuesto a obtener logros en beneficio del matrimonio’’.

“Ser optimistas y persevar esperanzados porque con voluntad las probabilidades de éxito de un reencuentro de un matrimonio son muy grandes’’, es la recomendación del sacerdote benedictino Mauro Matthei.

El doctor Arturo Roizblatt, por su parte, recomienda como primer paso tratar de solucionar el conflicto en la propia pareja que “debe enfrentarse con honestidad, apertura, autocrítica, humildad, paciencia y capacidad reflexiva’’.
También se aconseja pedir ayuda a amistades, parientes y sacerdotes que merezcan confianza cuando una de las partes no está dispuesta a acudir a una consulta profesional o como una fase previa a esa consulta.

Cuando no se avanza con esta solución, el segundo paso puede ser una orientadora o consultor familiar, sobre todo para aquellas personas que se sienten incómodos con un psicólogo, y una tercera alternativa es una terapia con un psicólogo o un psiquiatra, dependiendo del caso.

Para Roizblatt es vital concurrir a profesionales especializados en terapia de pareja y hacerlo precozmente “ya que un matrimonio disfuncional dejado a su libre actitud, sin intervenciones para mejorarlo, generalmente tiende a empeorar hasta llegar a una crisis severa que puede tomar un curso irreversible’’.

El matrimonio está lejos de ser una lotería, más bien se trata de un trabajo de joyería. “El amor matrimonial y su consecuencia exitosa depende nada más y nada menos que de una gran fuerza de voluntad, de una actitud de colaboración, aceptación, perdón y mutua entrega’’, como señalara el profesor  Jesús Ginés Ortega, al presentar el libro “Secretos y complicidades en el matrimonio: parejas felices’’.

HUELE A PELIGRO

El psiquiatra Arturo Roizblatt explica que hay que estar atento al deterioro o desaparición de algunas características previas que tenía el matrimonio. Recomienda fijarse en las siguientes condiciones:

1- No muestran interés, no son afectuosos.
2- No se sienten comprendidos ni apoyados.
3- Se sienten rechazados, descalificados, desvalorizados.
4- Son escasos los momentos de humor.
5-  Les cuesta compartir tiempo juntos y satisfactoriamente.
6- El proyecto de vida carece de elementos en común e incluso es divergente y la toma de decisiones en el día a día se les hace difícil.
7- Les es difícil sentir que gozan en conjunto de la vida. Cada vez se sienten más distantes.
8- El compromiso con la (el) esposa (o) es frágil  y el compromiso con el matrimonio no es considerado como algo importante, incluso llegando a pensar en la separación matrimonial cada vez con mayor frecuencia.
9- Le tienen miedo a las discusiones: están llenas de descalificaciones, después de ellas no logran acuerdos, se dan con alguien que “pierde y alguien que “gana”.
10- Sienten el matrimonio como un espacio hostil, vacío, sin sentido, sin trascendencia, lo ven más como un sistema administrativo, sin metas claras, sin identidad, con valores difusos.
11-    El hogar no es un lugar de paz y agrado donde se espera la llegada del (la) cónyuge o donde se desea mucho llegar por lo grato que es.

Decálogo del matrimonio feliz

> Nunca estar enojados los dos a la vez.
> No gritarse, a no ser que la casa se incendie.
> Si uno de los dos debe ganar una discusión, deja que sea el otro.
> Si tienes que criticar, hazlo con amor y delicadeza.
> Nunca menciones errores del pasado.
> Olvídate del mundo entero antes que de tu pareja.
> Nunca irse a dormir sin haber hecho las paces por una discusión.
> Al menos una vez al día, hazle un comentario amable o ten un gesto de amor.
> Cuando te hayas equivocado, admítelo y pide perdón. Si se equivoca, perdónale.
> Se necesitan dos para una pelea, y quien no tiene la razón es normalmente el que más habla